¿Puede la marca personal de un directivo o un empleado llegar a ser tanto o más importante que la marca de la empresa para la que trabaja?. Yo creo que salvo contadísimas excepciones, no es posible salvo que tu marca personal coincida con la de tu empresa; es decir que seas ambas cosas. Si no es este el caso, una marca personal, con valores positivos, puede y debe dar valor añadido a la marca de la entidad o entidades para las que se trabaja.

la afirmación sin embargo, tiene detractores. Recientemente, el primer ejecutivo de una empresa de tamaño medio del ámbito business to business me reconoció que en el proceso de selección de un candidato para su dirección comercial, tuvo que decidir entre dos perfiles que, en ambos casos, eran excelentes, con resultados probados y de una gran valía profesional.

Me añadió que la principal diferencia entre ambos es que uno de ellos tenía una marca personal muy reconocida, con una altísima presencia en redes sociales y un blog propio sobre tendencias con centenares de seguidores.

Por contra, el otro candidato tenía un perfil menos público, más reservado y sin presencia alguna en redes sociales salvo un perfil reactivo en linkedin; pero sus referencias también eran muy buenas.

El dilema surge cuando el directivo que contrata entiende que, de acuerdo a la cultura de su empresa , el segundo candidato encaja mejor que el primero porque en su compañía «prima más el grupo que el individuo y prefiere alguien más centrado en construir marca de empresa que en construir su propia marca».

La afirmación es desconcertante al deducirse que, para este caso en concreto, tener una marca personal reconocida generó desconfianza en aquel que actuaba en representación de una corporación. En mi opinión, si ese fue el elemento decisivo para no contratar al primero, la decisión es al menos discutible. Hace sólo un par de décadas, construir una marca personal sólida, conocida y reconocida estaba sólo al alcance de altos directivos de empresas, políticos, personalities, famosos o deportistas… es decir, todos aquellos perfiles que eran o podían ser noticia por el puesto o actividad que desempeñaban.

Hoy, la realidad es bien distinta ya que las nuevas tecnologías se han convertido en uno de los principales canales para poder reforzar o vertebrar la construcción de una marca personal y poder compartir tu punto de vista y opiniones en la aldea global. Si tienes acceso a la tecnología puedes trasladar al mundo quién eres, que haces y cómo piensas.

Dicho esto, se puede trabajar para una empresa y, por tanto, ser capaz de aportarle todo el valor añadido que se te supone y exige al ser contratado; pero también puedes disponer de un espacio propio donde compartir tus conocimientos e inquietudes.

Que una empresa se muestre celosa ante un planteamiento como este no se entiende salvo que la persona en cuestión no actúe con coherencia en su espacio personal. Es decir, sería desconcertante que el directivo de una determinada empresa, utilizase su espacio personal para criticar abiertamente a la competencia, se mostrase radical en determinadas posturas o hiciera comentarios groseros sobre personajes públicos, por ejemplo.

Conviene por tanto actuar con sentido común, lógica, coherencia y siempre con prudencia porque todo lo que digas puede asociarse a la organización para la que trabajas y a la que profesionalmente representas. Nadie te negará el derecho a expresarte en un canal «propio», pero tus comentarios van a ser justa o injustamente vinculados a lo que representes profesionalmente.

Por ello, lo que a priori suma, puede llegar a restar y, en este último caso, ya no se trata de «celos»  corporativos si no de pérdida de confianza, que es una cosa bien distinta.